sábado, 31 de octubre de 2009

Forma Urbis

En unas horas parto a Évora - famosa entre otras cosas por su Templo de Diana - a las II Jornadas de Software Libre para GIS, organizadas por entre otros, la Universidade de Évora en colaboración con OSGeo y el Instituto Geográfico Portugués.

Así pues vamos a estar unos días en una ciudad donde la presencia romana aún es visible. Estoy un poco romano de más últimamente. Quizá todos lo seamos más de lo que creemos, y a veces es bueno ser consciente aunque a uno no le haga gracia (no por mal, pero digamos que no es mi civilización preferida).

Y si combinamos los concepto "mapa" y "Roma" hasta ahora me salía como resultado la Tábula Peutingeriana, pero curiosamente hace unas semana estuve en Roma y en una exposición temporal en el Coliseo me encontré con una maravillosa sorpresa cartográfica, el Forma Urbis.


El Forma Urbis es un gigantesco plano de la ciudad de Roma (18 x 13 metros), que se talló en piedra en uno de los muros del Templo de la Paz, levantado por el Emperador Vespasiano para celebrar el triunfo sobre los judíos. De este templo hoy queda poco, porque lamentablemente se encuentra bajo la gran avenida de los Foros Imperiales. Y del mapa aún menos queda, porque sus piedras fueron reutilizadas para nuevos edificios en Roma. Actualmente se conservan 1.186 pequeñas piezas, equivalente a un 10 y un 15 % del mapa.

El valor del plano es altísimo, porque se trata de una de los primeros mapas urbanos que se conocen, realizado con escala fija (1:240), absoluta precisión, representación de estancias interiores de edificios e incluyendo toponimia y nombres grabados. No tengo claro el propósito del mapa, pero probablemente llevar el control de la ciudad. Su calidad cartográfica es tan alta que podría ser útil para casi cualquier uso.


La realización del Forma Urbis es admirable para su tiempo. La obra de estudio de la Universidad de Stanford también lo fue en cierta forma. Creó una base de datos y digitalizó en 3D los 1.186 pedazos que quedan, con el objetivo de que cualquier investigador los tenga a su alcance (eso sí, con licencia... en fin...), a la vez que creando algoritmos que permitan "completar el gigantesco puzzle", haciendo que los ordenadores "pongan las piezas en su sitio" comparando unas con otras y comparando los laterales por si encajase alguna con otra. Y consiguieron unir unas cuantas!

Nunca jamás podremos recuperar el Forma Urbis, al igual que no podremos recuperar Roma tal y como era, pero esa fascinación nostálgica por lo perdido es también garantía de que siempre sea recordada y admirada. Es paradójico que el destino del mejor mapa antiguo conocido sea el mismo que el del territorio que representa y al que debe su origen: ruinas y nostalgia...




martes, 20 de octubre de 2009

Ágora

Hacer publicidad de una película como Ágora creo que es innecesario. Resumir su argumento tampoco aporta mucho. Pero aún así no me resisto a dedicarle una modesta entrada a esta grandiosa película.

Ágora no es una película, es una máquina del tiempo.

Posiblemente los especialistas le encontrarán fallos y los ortodoxos de la historia dirán que no es fiel a la misma. Pues habrá que darles la razón, pero como ni ellos ni nadie puede viajar en el tiempo, al menos sí se puede aproximar uno a la realidad social, cultural, científica y artística de otra época. Y creo que Amenabar lo hace con un sobrecogedor gusto y una sorprendente familiaridad. Si me dijeran que el director es la mismísima reencarnación de un filósof
o alejandrino, me lo creería.

El argumento es normalito, pero es que da igual. Es una obra de arte a la que le sobra todo lo demás. Es una ventana que pone al espectador en un decadente Imperio Romano sincretizado con un cadáver viviente llamando Egipto Faraónico.

Como debe haber mil críticas y comentarios por toda la red sobre Ágora, simplemente voy a acabar esta entrada con algunos detalles que me han encantado particularmente:

El cielo. Hoy en día ni lo vemos, y además sabemos muy bien que allí hay estrellas, que están lejos, que son grandes, etc etc etc. En el 400 DC las cosas no eran así, y Ágora consigue transmitir al espectador esa sensación de desconocimiento acerca del universo. El cielo es un protagonista más, que a pesar de las irracionalidades de los hombres y sus dioses sigue y seguirá ahí.

La ciencia y la filosofía. Platón, Aristóteles, Anaximandro, Ptolomeo, Pitágoras y tantos otros genios de la antigüedad no tienen mucha fortuna en el cine. Ágora les hace algo de justicia al poner sus obras como otro protagonista más. Escenas como la de la máquina del sistema solar, el barco, el cono o la elipse en la arena son fantásticas.

La paradoja. Toda la película arroja paradojas y pone sutilmente en ridículo a algunos de sus hipócritas protagonistas. El águila imperial sumisa a la religión cristiana. Amenazadores leones amedrentados por sacerdotes. Ataques a la dignidad de la mujer hechos bajo la vigilante mirada de colosales cabezas de una muy femenina diosa egipcia (aparentemente Hathor). Curiosamente, estas cabezas aún se conservan hoy en día en otros templos, como si nos siguieran vigilando .

La educación y la cultura es muy importante, pero a veces no es suficiente para impedir que los seres humanos saquen sus instintos más primitivos. Los libros de la biblioteca no impidieron que los filósofos se hicieran a las armas. Y eso se ha repetido muchas veces en la historia de la humanidad. Ser persona, ser educado y ser creyente son tres “seres” independientes y no relacionados unos con los otros. Y esta no-relación aún mucha gente la duda hoy en día...

La religión. Sin duda la reflexión religiosa está adaptada al lenguaje cinematográfico, pero se entiende y en mi opinión es muy acertada. Las cuestiones de fe que no admiten discusión son peligrosas. Hay una frase que resume bien todo “tú no criticas lo que crees. No puedes. Yo debo.”

En fin, que me ha gustado mucho. Y para acabar con una imagen original, una foto de menos conocida Biblioteca de Celso, en Éfeso, ciudad donde uno de los protagonistas de Ágora, Cirilo, convocó el Concilio de Éfeso... Y yo sin saber quién era este hombre...