Como cada vez que se va a un congreso, uno tiene sus dudas… ¿Será útil? ¿Aprenderé? ¿Es realmente el foro donde se ven las caras los principales creadores de cartografía del mundo? ¿Entenderé algo? ¿Estaré en mi sitio o seré un bicho raro? Tras cuatro días metido en el ambiente, creo que puedo decir que la experiencia es francamente satisfactoria.
Este es un congreso donde hay absolutamente de todo, desde un análisis del arte de “coleccionar mapas antiguos” hasta un nuevo algoritmo de modelización de terrenos 3D, pasando por la realidad de la agencia cartográfica del Congo, el nuevo Atlas suizo, o la impronta cultural que tiene la forma geográfica de Nueva Zelanda en el arte gráfico de dicho país. Esta globalidad, que afortunadamente está bien ordenada por la organización, hace que el ICC sea una notable inyección de frescura. Teniendo en cuenta que mi trabajo diario se centra más en gestión y en desarrollo de soluciones tecnológicas, particularmente en GIS, una buena dosis de reflexión y estudios sobre cartografía clásica, y no tan clásica, viene más que bien.
Poco a poco iré publicando en el blog algunos resúmenes del congreso que me parecen interesantes, pero adelantaré ahora algunas reflexiones.
Personas: aquí se junta tanto gente "importante" como gente "científicamente muy notable". El arranque con Jean-Christophe Victor ya es toda una declaración de intenciones. Su programa de ARTE y su laboratorio LÉPAC son representativos de su trabajo, aunque creo que sólo están en francés. Hay alguna interesante entrevista en inglés con él.
Hemos visto a directores de varias agencias nacionales de cartografía, y académicos de muchas universidades - sobretodo europeas y americanas - con laboratorios relacionados con la cartografía. De entre toda esa gente importante había bastantes representantes africanos, como los directores o responsables de los “IGN” de países como Argelia, Congo, Camerún o Níger. Muchos de ellos coincidían en un discurso: las enormes dificultades que tienen estos países para hacer su trabajo, pero no por falta de recursos (que también), si no principalmente por la incomprensión absoluta de sus ministros para entender que la cartografía es importante. Tienen problemas de carácter político, no tanto financiero, y todos pedían una mayor implicación de las asociaciones y organismos internacionales para que les ayuden a convencer a sus superiores. Y parece que la ONU y la propia ICA van a dar actuar en este sentido en los próximos meses.
La cartografía, la piedra angular del congreso. Uno de los hilos conductores que unía y vinculaba muchos de los debates: el simple mapa es el pasado, el cartógrafo ya no se dedica a posicionar elementos en un papel. No, ya no.
Hoy en día la cartografía es absolutamente imprescindible para la comprensión y la resolución de los problemas de nuestro mundo. Es una herramienta que nos descubre realidades invisibles, como ya hizo John Snow con el cólera en el siglo XIX. Y en la civilización del minuto, de la hora, del YA, más aún. Los datos a nuestra disposición crecen y crecen, y por ello crear información sintética es aún más complejo. ¿Cómo organizar los datos que obtenemos en el medio? He aquí la gran labor del cartógrafo del siglo XXI… Seguir más que nunca la senda de Snow.
Que los mapas en su concepción clásica están en declive parece evidente, y no parece que haya vuela atrás. Pero sin embargo la cartografía está en una edad dorada: cada vez se usa más en la sociedad, cada vez se demanda y se crea más información geográfica, y el paradigma de que “no hay desarrollo sin cartografía” que tan claro tienen las élites académicas y empresariales, está poco a poco calando en las clases políticas occidentales. Quién mejor que la "premio nobel de geografia", Denise Pumain, para invitarnos a reflexionar sobre hacer ciencia cartográfica que ayude a comprender, y así ordenar y hacer más sostenibles a nuestras ciudades.
Dominique Boullier (sus mapas de la controversia fueron todo una experiencia) nos introdujo en el actual paradigma entre lo que es la cartografía y lo que se denomina “folkmapping”, es decir, la creación de mapas usando herramientas digitales, como Google Maps. ¿Cómo seguir manteniendo la calidad de la producción cartográfica cuando las masas se orientan a estas plataformas? ¿Son compatibles o son peligrosos rivales? ¿Habrá matado Google a las agencias clásicas de cartografía, o las ha reinventado? ¿O simplemente le ha dado el poder a la ciudadanía? ¿Cómo será la cartografía del futuro ahora que sabemos qué es lo que le interesa realmente a la gente, o qué es lo que más le llama la atención en un lugar? ¿Tendrán que renovarse todas las guías turísticas del mundo? Por ejemplo, ahora con Panoramio sabemos qué atrae a las cámaras de fotos de medio planeta.
La producción cartográfica se parece cada vez más a la escritura, que hace siglos que dejó de ser un privilegio de determinadas clases. Hoy en día todos sabemos escribir, y la tendencia en cartografía es esa: hoy en día todos podemos hacer mapas. Pero eso no impide que solo algunos escriban realmente “bien”, ni que aporten información… En la cartografía estamos en un proceso análogo. Su democratización y mundialización hará que se produzca mucho, que se destaque lo mejor, y que haya que seguir investigando en esta ciencia clave para la vida de los seres humanos.
En definitiva, la cartografía es aquella ciencia que nos ayuda a conocer, pero también a comprender, nuestros universos reales... e imaginarios.
Y, para acabar la entrada de hoy, una definición de GIS original, que me ha gustado: “El GIS es esa tecnología que nos permite entender todo lo que pasa a nuestro alrededor sin necesidad de hablar la misma lengua…”